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Tiempo de lectura: 5 minutos
La escritora canadiense Alice Munro (1931) reconocía en alguna entrevista que en las presentaciones de sus libros, durante la fase promocional de los mismos, se sentía a menudo como una impostora. Hablamos de alguien que logró el Nobel de Literatura, es decir, no una recién llegada precisamente.
Pero, ¿por qué esa sensación contradictoria? En su caso, reconocía, surgía no porque sus relatos fueran fraudulentos ni poco auténticos, sino porque le costaba asumir como suyas todas las alabanzas que hacían a su obra.
Como vemos, son muchos los matices que pueden hacer aflorar este síndrome, más complejo de lo que pueda parecer a primera vista. Analicemos desde el origen sus características, ya que nadie está libre de no ‘padecer’ el también llamado síndrome del farsante a lo largo de su carrera laboral.
¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor se considera un problema psicológico que nos impide disfrutar de nuestros logros y genera una distorsión de la realidad que no es justa con nuestros méritos.
Si bien no está claro el origen psicológico del mismo, es cierto que se manifiesta más en aquellas personas más humildes, que se quitan méritos o que no reconocen como propias sus conquistas.
Así, una modestia excesiva (sí, también las virtudes pueden pecar de extremas) llevaría a sentirse un intruso en campos en que uno se ha ganado, por derecho, méritos y esfuerzo, su presencia, y a experimentar una distancia hacia los reconocimientos propios.
Principales síntomas y causas del síndrome del impostor
Además de esa modestia excesiva, la falta de autoestima puede ser también una causa importante a la hora de desarrollar el síndrome del impostor. Porque, a pesar de haber logrado cosas importantes (un premio, un gran resultado, la adjudicación de un concurso tras presentar un proyecto competitivo), la persona con síndrome de impostor sentirá que ha sido una cuestión de suerte, de baja competitividad, una carambola del destino, en lugar de atribuirse justamente los méritos de dicha circunstancia.
Perfiles más comunes
El síndrome del impostor y la psicología están muy relacionados al tratarse de una problemática compleja con distintos perfiles (no todos estrictamente modestos), que presenta varios perfiles, como los descritos por la doctora Valerie Young, una de las máximas referencias mundiales en el fenómeno del impostor. Además, considera que las mujeres son más proclives a sufrirlo, tanto que a menudo se refiere exclusivamente al término como “síndrome de la impostora”.
Pero veamos, al margen de sexo, los cinco perfiles que ha acuñado esta experta mundial:
1.- El perfeccionista
Quizá el más común entre las mujeres, sobre todo si se ignora el dicho de “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Una actitud que busca la perfección o nada, que generaría un atasco en la productividad, así como una ansiedad creciente para, en el caso de optar por la acción, padecer el síndrome o complejo del impostor o impostora en un grado muy acusado.
2.- El experto
Una autoexigencia tal que esta persona no puede concederse un error o dar con una parcela del conocimiento que no sea de su dominio, en cuyo caso se incurriría en otro agudo síndrome del impostor.
3.- El independiente
Considera que pedir ayuda es ceder a su responsabilidad, poco menos que una negligencia, por lo que tenderá a realizar todas las tareas de forma excesivamente autónoma, con las desventajas que ello conlleva, e incurriendo en el síndrome toda vez que acceda a trabajar con más compañeros. Su actitud puede resultar egocéntrica o narcisista por no querer delegar responsabilidades, pero se trata de patrones psicológicos distintos.
4.- El superdotado
De nuevo, perfeccionismo y autoexigencias fuera de lo normal llevan a considerar fracaso o impostura todo lo que no sea realizar las tareas en un lapso de tiempo rapidísimo, con el menor uso de recursos y sin trabajar en equipo.
5.- El superman o la superwoman
Debe ser el mejor en las tareas que acometa, pero además ejerciendo todo un abanico de roles, con diversas atribuciones que, o las realiza a la perfección o también generarán esa frustración que deriva en el síndrome del impostor.
Consecuencias en el trabajo
Los efectos adversos de este síndrome no se harán esperar en el contexto laboral, por lo que es importante adoptar cuanto antes consejos para lidiar con el síndrome del impostor (que veremos a continuación).
Algunas de las consecuencias de no corregir estos síntomas es instalarse en una incómoda zona de confort que les aleja de cualquier tipo de riesgo, iniciativa o planteamiento innovador. Algo que a la larga puede ser tan nefasto para su trayectoria como para provocar un despido por bajo rendimiento.
Además, puede ser motivo de roces con los distintos compañeros, ya que las personas con un acusado síndrome del impostor acaban por evitar ciertas tareas, lo que descompensa el reparto de las mismas y genera sobrecarga de trabajo en los demás.
Cómo trabajar el síndrome del impostor
Si te preguntas cómo superar el síndrome del impostor, el primer paso es reconocerlo. Claro que no siempre es fácil dar con ese diagnóstico, sobre todo porque quienes son presas de este síndrome tampoco reconocerán, a priori, que padecen esta ‘debilidad’.
No obstante, todos tenemos, en mayor o menor grado, rasgos del síndrome del impostor. Por ello, no está de más poner en práctica estas recomendaciones:
- Reconoce tus logros. Si has hecho algo bien, disfruta de la satisfacción del deber cumplido, del mérito que ha conllevado y de las justas felicitaciones de tus orgullosos. Sin caer en la vanagloria ni en la falsa modestia, disfruta con lo conseguido y su reconocimiento.
- Evita las comparaciones. Medirse constantemente con los demás es el principio de una actitud negativa que nos resta autonomía, criterio y que siempre encontrará puntos de fuga, ya que cada persona tiene sus propias habilidades pero lo importante es sacar el máximo (dentro de un orden) de las nuestras.
- Cuidado con la toxicidad. Es mucho más que una palabra ‘de moda’ en los últimos años (a raíz de ciertos libros que la usaban en sus títulos). Hay personas tóxicas y también ambientes tóxicos que las personas con síndrome de impostor podrían tolerar en mayor medida, aceptándolas como normales o “parte del trabajo”.
- Asume tus limitaciones. En efecto, no somos ni superhombres ni supermujeres, es más, asumir nuestras limitaciones, nuestros puntos flacos. La tenista Paula Badosa, durante mucho tiempo en las posiciones más altas de la ATP, decía que quien reconoce esas flaquezas no es más débil, al contrario, es más fuerte.
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