Promover la innovación en la industria de los alimentos
Un entorno cambiante y unos consumidores cada vez más exigentes obligan a repensar continuamente productos y servicios. En el caso del sector de la Alimentación, donde algunas empresas operan desde hace décadas y donde la innovación es un reto de especial complejidad.
Sin embargo, por complejo que resulte, es una necesidad acuciante. El crecimiento de las compañías del sector, su competitividad y su expansión en el mercado dependen de su habilidad para introducir de manera exitosa nuevos productos, así como innovaciones que permitan mejorar la eficacia de sus procesos.
El cambio tecnológico ha colaborado a este desarrollo de nuevos productos, nuevas técnicas de fabricación, nuevos ingredientes y nuevos envases, pero aún se deberá profundizar en esta tendencia.
Un estudio llevado a cabo por Rabobank asegura que los consumidores demandan cambios, los patrones de consumo se han modificado radicalmente y es obligado para las empresas del sector repensar sus estrategias y su producción para adecuarse a las nuevas necesidades del mercado, que son principalmente la sostenibilidad, la comodidad y la salud.
Siguiendo estas tres premisas y haciendo uso de la tecnología, la cocina va a ser totalmente reformulada en un futuro cercano en base a la introducción de innovaciones como la impresión 3D o la introducción de algas e insectos como nuevas fuentes de proteínas, entre otras novedades, afirma el estudio.
Innovación en productos
Algunas empresas de nueva creación están marcando el camino en cuanto a la introducción de productos totalmente novedosos en el mercado, como es el caso de las compañías que ofrecen productos alternativos a la carne o las que posibilitan cultivar frutas y verduras en grandes invernaderos hidropónicos (en una azotea de Sunset Park, Nueva York, está instalada la mayor planta de invernaderos del mundo).
Un caso paradigmático es el de la estadounidense Chobani, una empresa que se introdujo tímidamente el el mercado de los productos lácteos en 2007 y, en la actualidad, es la marca de yogur más vendida de EE.UU. y posee la planta productora más grande del mundo.
La compañía empezó produciendo yogur griego, pero no ha dejado de introducir de manera continua nuevos sabores al mercado, algunos tan poco “ortodoxos” como Sriracha (una salsa picante asiática) y mango. La empresa planea lanzar 14 nuevos productos en los primeros meses de este año. Desde mediados de 2015, ha lanzado más de 30 nuevos productos.
Pero la innovación también es posible (y necesaria) en las empresas que operan con éxito desde hace décadas. De hecho, la investigación y la introducción de innovaciones ha sido siempre una parte integral de la industria alimentaria, aunque ciertamente menos que en otros sectores. Desde el descubrimiento de la pasteurización al uso de la refrigeración, cada nuevo avance ha ayudado a a producir alimentos más seguros y de manera más eficiente.
Innovación en procesos
Pero, más allá de grandes descubrimientos como estos, la introducción de pequeñas innovaciones puede marcar la diferencia en cuanto a la reducción de desperdicios, la simplificación de los procesos productivos, la mejora de las recetas, el ahorro en suministros de agua, electricidad…
Las innovaciones en los procesos y los cambios en la producción pueden comportar, además de reducciones de costes, una mejora de la productividad y también un incremento en la calidad de los productos. Ejemplo de estas innovaciones productivas son la tecnología de alta presión y la ultrafiltración, introducidas en los últimos años.
Estas innovaciones surgen en muchas ocasiones en los estratos de base de la organización, los que están en contacto directo con las cadenas productivas, de ahí que resulte básico fomentar la creatividad y la innovación de manera transversal, como parte intrínseca de la cultura corporativa, y no dejarla relegada únicamente a los departamentos de I+D. Para ello es necesario crear un entorno favorable, en que se aliente compartir ideas y se asuma el riesgo al error, puesto que los fallos forman parte del proceso, permiten avanzar hacia el éxito descartando empíricamente lo que no funciona.
Por el contrario, si los miembros de la organización no se sienten libres de expresar sus ideas o tienen miedo de cometer errores y de ser penalizados por ellos, la creatividad se coarta y la participación de los trabajadores se limita.
Además, se debe fomentar el trabajo en equipo, el trabajo colaborativo resulta más eficaz a la hora de generar nuevas ideas e impulsar la creatividad. El intercambio de ideas como fomento de la innovación no solo es positivo internamente, también lo es la cooperación y el networking con otras organizaciones del sector o de otros, así como con instituciones formativas, universidades, centros de investigación…
Por otra parte, las empresas pueden considerar la posibilidad de ofrecer formación a los trabajadores para que tengan la capacidad de detectar ineficiencias dentro de su ámbito laboral o de sugerir posibles nuevos productos o servicios para el negocio. Incluso existe la opción de introducir un sistema de tutorías o mentorings para ayudar a los trabajadores a desarrollarse profesionalmente y ser más innovadores.
Esto, además de desarrollar habilidades específicas encaminadas al fomento de la innovación, incrementa las tasas de retención y compromiso de las plantillas.
La creatividad y la posibilidad de ser innovador, en contra de lo que en muchas ocasiones se cree, es una habillidad que puede ser desarrollada o potenciada, incluso en el caso de personas, perfiles y profesiones que, a priori, no parecen serlo. Solamente necesita de un entorno que la promueva y de un esfuerzo formativo que la canalice.
Las empresas de Alimentación tienen que seguir apostando por ello. El mercado lo está demandando.