La responsabilidad social, voluntaria, pero necesaria
El futuro de la industria agroalimentaria pasa por abrazar la responsabilidad social en sus diversas vertientes. Por un lado, los consumidores demandan productos saludables y seguros y, por otro, los productores son conscientes de que deben ser más eficientes en sus procesos.
Y aún hay una tercera razón que impulsa la responsabilidad social empresarial en el sector agroindustrial: hay una demanda creciente por parte de los trabajadores para que las organizaciones pongan en marcha políticas laborales en este sentido.
La tecnología se perfila como el gran aliado que permitirá impulsar esta responsabilidad externamente, dado que ayudará a reducir el uso de recursos limitados en la producción (suelo, agua, etc.), a la vez que aumentará la eficiencia para alimentar a una población global que crece exponencialmente. En el seno de las organizaciones, la tecnología también es la clave del cambio, puesto que ha traído la automatización que ha liberado (y aún tiene potencial de hacerlo más) a los trabajadores de múltiples tareas físicamente muy exigentes y que han mejorado sustancialmente las condiciones laborales.
Compromiso y ética
La responsabilidad social, como la ética, la honestidad o el compromiso social, es un principio de actuación de aplicación voluntaria, pero sin el cual las empresas no tendrán proyección a largo plazo. No se rige por normativas, sino que requiere que las empresas y sus trabajadores la asuman como un valor cultural que dirija todas sus acciones.
Aunque de apliación opcional, sí que existen algunos códigos y documentos que establecen los diferentes principios que toda empresa responsable debe cumplir en sus actuaciones diarias. Uno de los más conocidos es el decálogo de principios de sostenibilidad corporativa publicado por las Naciones Unidas (ONU) y al que invitan a unirse a las empresas de todo el mundo y todos los sectores. La ONU establece que la responsabilidad de las compañías debe incorporarse a su sistema de valores y debe regir su manera de hacer negocios, que debe respetar rigurosamente los principios fundamentales en los ámbitos de los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción.
Estos principios, subraya Global Compact de las Naciones Unidas, no solo aseguran el respeto al entorno y a los trabajadores, también “sientan las bases para el éxito a largo plazo”.
Dirigido al sector agrícola, específicamente, la ONU publicó en 2014 los seis principios de actuación responsable que deberían orientar la actuación de las empresas de los sectores agrícola y alimentario. El sexto de estos principios alienta a las empresas a invertir en el desarrollo de capacidades, así como en prácticas más eficaces y en nuevas tecnologías. De nuevo, la tecnología aparece como factor decisivo para garantizar que las actuaciones de la industria agroalimentaria sean medioambientalmente sostenibles y laboralmente respetuosas.
La ONU también considera que las empresas deberían compartir información y conocimientos para que las mejores prácticas en materia de sostenibilidad y de responsabilidad interna se generalicen en el sector.
El ejemplo europeo
Siguiendo este consejo y otros de diferentes instituciones internacionales, la Unión Europea puso en marcha un proyecto de impulso de la responsabilidad social corporativa en uno de sus sectores económicos críticos. El proyecto, liderado por Agrofood Ecological Industry, tiene por objetivo identificar y compartir buenas prácticas para extrapolar metodologías posibles de implementar de manera generalizada, especialmente en la vertiente interna de la responsabilidad: mejoras de la protección social e inclusión de los trabajadores, mejora del entorno laboral y las condiciones de salud y seguridad laboral, promoción de la conciliación de la vida familiar y laboral, y la puesta en práctica efectiva de los principios de no discriminación y de igualdad de género. Externamente, la iniciativa pone el acento en garantizar la sostenibilidad del entorno y el uso racional de los recursos.
En España, hay múltiples ejemplos de gobiernos e instituciones autonómicos que siguen la estela europea en cuanto al impulso de la responsabilidad social corporativa entre las empresas del sector agro. Destaca el caso pionero de Proexport, la asociación de empresarios productores-exportadores de la región de Murcia, que impulsa desde 2005 el proyecto S-CSR, un modelo de responsabilidad social compartida. La iniciativa de la asociación murciana ha posibilitado que las pequeñas y medianas empresas del sector, a las que les resulta difícil desarrollar e implementar estrategias de responsabilidad social de manera individual, pudieran hacerlo.
El resultado, según la asociación, es una mayor satisfacción de los trabajadores, una mayor “ecoeficiencia” y una valoración muy positiva por parte de los compradores europeos (recordemos que los socios son exportadores).
En otras palabras, la responsabilidad social no es simplemente una cuestión de responsabilidad para con el entorno, el medio ambiente, los trabajadores y la sociedad, en general. También es un factor decisivo en el éxito de los negocios y lo será cada vez más, a medida que la sociedad y los consumidores estén cada vez más informados y sean cada vez más exigentes con las actuaciones de las compañías.