Como eficacia y eficiencia o resiliencia y resistencia, parecen términos sinónimos pero no lo son del todo. Y los matices son importantes, porque marcan la diferencia.
En este artículo, desentrañaremos la diferencia entre competencia y habilidad y de qué modo es bueno conocer qué significan con exactitud esos conceptos y su aplicación con los Recursos Humanos.
Lo mejor es que vayamos por partes.
qué son las habilidades
La habilidad, a la hora de señalar la diferencia entre habilidades y competencias, en el ámbito de los Recursos Humanos, es “innata”. Es decir, el candidato hábil para desarrollar tal o cual competencia, tendría esa habilidad ‘de serie’, que se puede, por supuesto, entrenar y mejorar, de manera innata.
Esto nos habla de los distintos perfiles que pueden formar parte de una empresa y cómo conocer las habilidades previas puede resultar clave para el desarrollo excelente de las competencias.
Digamos que la habilidad se puede definir como la “capacidad para realizar” y la competencia como la “capacidad para realizar con excelencia”. Si alguien parte con habilidades sobresalientes de base, estará más cerca de lograr la competencia ideal de alguien que no. La habilidad formaría la base y la competencia la cúspide.
Esta sutil diferencia se suele ilustrar con ejemplos como el siguiente:
“Puedes entrenar a un rinoceronte a trepar por los árboles, pero mejor contar con un chimpancé para ello”.
Es decir, conocer la predisposición innata para desempeñar determinadas labores o asumir ciertas responsabilidades puede ahorrar tiempo y dinero a la empresa que contrata. Esto se puede ver con claridad en lo relacionado con el liderazgo; si bien es una aptitud (más adelante ahondaremos en este término) que se puede entrenar y desarrollar, hay perfiles más proclives a ejercer un liderazgo eficaz que otros. De nuevo, pensemos en el rinoceronte y el chimpancé.
qué son las competencias
Siguiendo las ideas expuestas en el anterior epígrafe, conviene insistir en la competencia como la “capacidad para realizar con excelencia”. O con maestría. Es decir, si tenemos buenas habilidades de líderes, podemos perfeccionar esa capacidad innata para avanzar hacia la excelencia y convertirnos en los mejores líderes, con el consiguiente beneficio para la empresa que precisa perfiles como esos (y la revalorización personal de ese trabajador que va adquiriendo más y mejores competencias).
Así, partimos de las habilidades naturales o innatas para convertirlas en competencias. Un trabajador competente es aquel que ha canalizado su habilidad innata para la expresión oral en el desarrollo y diseño de campañas de comunicación exitosas.
De este modo, otra diferencia entre habilidad y competencia la encontramos en ese matiz: con la habilidad se ‘nace’, pero la competencia se ‘hace’. Y conociendo las habilidades con que contamos de partida, podremos enfocarnos a determinadas competencias.
Trasladándonos al reino animal, y dejando atrás a rinocerontes y chimpancés, el guepardo aprovecha y perfecciona su habilidad para correr y así logra la competencia de atrapar presas con éxito.
diferencias entre habilidad y competencia
Llegado a este punto, ya tenemos más claras la diferencias entre ambos conceptos, insistimos en el aspecto clave que muestra la evolución que separan ambos términos. Así, la habilidad se considera esa capacidad innata para realizar algo, pero al margen de su grado de destreza. Cuando esta habilidad se educa, dirige, trabaja, perfecciona y desarrolla, entonces hablamos de competencias.
Así, el trabajador con talento es aquel que parte de una o varias habilidades, pero que es capaz de desarrollar hasta alcanzar el grado de competencia que lleva a la maestría. Cuando un perfil es realmente competente en una o varias destrezas, se encuentra en una posición de fuerza para negociar su incorporación (o continuidad con condiciones mejoradas). Por su parte, las empresas se esmeran para conseguir su contratación y, las más astutas, en el buen sentido de la palabra, no dudan en presentar una Propuesta de Valor del Empleado lo más atractiva posible, ajustada a su perfil y posibles necesidades.
ejemplo de habilidades
Un ejemplo de habilidad podemos encontrarlo en aquel perfil que domina la aritmética, las operaciones matemáticas, que se mueve como pez en el agua entre fórmulas, cifras, estadísticas y guarismos. Esta persona tan “de ciencias” podrá desempeñar con éxito aquellas competencias relacionadas con la contabilidad y administración de una empresa.
Otro caso claro de habilidad que se puede transformar en competencia lo encontramos en un perfil que tiene soltura para los idiomas y puede chapurrear varios a la vez sin apenas dificultad. Tras estudiar la carrera correspondiente, podrá dedicarse a la traducción.
Así, las personas que desde pequeñas tienen facilidad para organizar actividades, para proponer planes, para tomar decisiones durante el desarrollo de alguna iniciativa, y tienen una visión a largo plazo, han nacido con habilidades para el liderazgo. Esta ‘madera’ la podrán pulir a lo largo de su carrera profesional hasta convertirla en una competencia clave para trabajos relacionados con la dirección de empresas y de equipos.
ejemplos de competencias
Como hemos visto en este artículo, la competencia se entiende, en el ámbito laboral, como la habilidad canalizada y perfeccionada. Así, encontramos ejemplos de competencias en:
- El responsable de Recursos Humanos tiene la destreza para detectar el talento e incorporarlo con el acuerdo más provechoso para ambos a la empresa.
- El deportista de élite con habilidades físicas ha sabido desarrollarlas de tal manera que las ha convertido en competencias: se encuentra entre los 20 jugadores del circuito ATP y ha generado un cantidad muy considerable de ingresos gracias a ese desarrollo de sus aptitudes innatas.
- La estudiante de Psicología que tiene especial habilidad para la empatía, escucha activa, inteligencia emocional y comunicación, entre otras, podrá desarrollar las competencias necesarias para convertirse en una psicóloga de primer nivel.
¿Qué es más importante: las habilidades o las competencias? Decía Doris Lessing, escritora británica que ganó el premio Nobel de Literatura en 2007 que “el talento es algo corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia”. Es decir, que no importan tanto las habilidades, como la capacidad para convertirlas, con constancia, afán e ilusión, en las mejores competencias.
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